sábado, 5 de mayo de 2007

Una luz que se iba

En 1967, Ricardo Piglia dedicó este cuento a nuestro particular y querido 'alma pater'

Porque apareció de
golpe, allá adelante, inconfun­dible entre los hombres y las mujeres y los viejos, torvos, de gris, gordos, hermosas, por Lavalle hoy a las once de la noche. Todos metidos en el medio, una pared, todos de acuerdo para no dejarme pasar y moverte es fácil pa­ra vos con ese cuerpo cuadrado y duro. Por Lavalle toda la gente se viene encima y yo no sé qué hacer, no sé pa­ra qué lo sigo: Para verte en el suelo, para que te des cuenta de una vez por todas, para que entiendas, te sigo. Pero está el miedo, como siempre. Eso en el estómago y en la palma de la mano que allá, en Bolívar, no era miedo. “Lo que pasa es que en este pueblo no hay sali­da, estás agarrado, no hay forma de hacer nada. Este país empieza en la General Paz, por eso hay que irse, porque no hay modo de hacer nada. Porque no podés hacer nada si no estás en Buenos Aires, en el país. Yo no quiero terminar como mi hermano

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